domingo, 6 de julio de 2014

#1

La mujer se encendió su cuarto cigarrillo del día, se preguntó qué había hecho para merecer tal sufrimiento, sus fantasmas, y monstruos más temidos la acechaban día y noche. Nunca estaba sola, siempre tenía compañía, repientiéndose el mismo incesante diálogo cada segundo de cada día.
- Hola, te vemos, hola, no te escondas de nosotros. - De forma nítida penetraban las palabras en sus oídos.
Vamos a por el quinto, y esta vez hablará; no estaban ahí, no estaban si ella no quería.
- No estáis, no os veo, no existís. - Se repetía una y otra vez, pero estaban en carne viva, en carne fresca, más real que cada amanecer, más real que tu propia familia.
- Te vas a portar siempre igual cada vez que hagamos una viaje familiar? - Al acabarse el sexto cigarrillo, se tumbó y fingió dormir.